SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

La sola presencia de una cooperativa produce efectos en las instituciones.-

 

Acostumbrados como estamos a una producción y reproducción sometidas a las leyes que mandan en el movimiento de desarrollo del capital, tenemos la sensación de que siempre ha sido así y que siempre será así.

Sin embargo, sabemos que en la Edad media no era así, ni en la Antigua tampoco. Ni esclavos, ni siervos estaban sometidos a otra norma en su reproducción, que a la voluntad de sus amos, que eran los que la administraban y dirigían, sin otra norma que su libre voluntad, y el límite del grado de productividad de los que trabajaban, que como también sabemos, era muy baja.

Si en un futuro, cercano o lejano, los procesos productivos, las empresas más importantes que dominan el conjunto de estos procesos, tuviesen forma cooperativa, querría decir que la producción estaría en las manos del conjunto de sus trabajadores. Si, como hemos visto, la reproducción de cada empresa tiene lugar de acuerdo con lo que deciden los trabajadores, eso querría decir que, de una manera general, la reproducción del conjunto de la producción, dependería, asimismo, del acuerdo del conjunto de ellos.

Y el capital, hay que añadir, dejaría de regir, de dirigir, la forma de prestar su actividad los trabajadores.

Si esto ocurriese (que puede ocurrir, y puede no ocurrir, según sea la voluntad de los trabajadores), no sería de una forma brusca –una revolución-, sino en un proceso pausado en que, cada nueva empresa cooperativa que comienza a funcionar, iría cambiando la composición del conjunto de procesos productivos, y esto se reflejaría, poco a poco, en la composición (la organización interna y la dirección en su funcionamiento) de las distintas instituciones.

Hay instituciones en que esta presencia de la forma cooperativa en la producción, tiene un efecto  inmediato: en las empresas que se encargan de las funciones más corrientes de la reproducción y que revisten la forma de dinero, como son los Bancos y las Cajas de ahorro. Tanto el depósito de dinero, como los préstamos, y en general, la gestión de los cobros y pagos en el giro de la empresa son el objeto de estas instituciones. Pues bien, contando con la presencia actual del conjunto cooperativo en nuestro país, ya existen más de una Caja, y al menos un Banco, destinados de un modo especial a estas empresas; y algunas de ellas, además, lo hacen también en forma de empresa cooperativa.

Ponemos este ejemplo, porque es muy evidente hasta en la superficie, en la apariencia, pero, es claro, que una forma nueva de producir, a medida que se hace presente, obliga a todas las instituciones a tomarla en consideración.

Desde las instituciones de ahorro, hasta las de enseñanza y cultura, la nueva forma de trabajar hace señales para que se produzca un cambio en sus metas, en sus objetivos, en la dirección a que apunta su actividad. En la medida en que la cooperación se haga un espacio mayor en la producción, esas señales se convertirán en normas que orientarán dicha actividad.

Hay una parte del ahorro de los trabajadores que ya alimenta a las propias instituciones que se ocupan de la producción cooperativa, como hemos visto. Pero hay otra parte que se desvía hacia instituciones especialmente dedicadas a la reproducción del capital, y que además de esa función, permite a la institución convertirse en una empresa capitalista más. Ese ahorro de los trabajadores podría potenciar, fortalecer, las instituciones propias que, a su vez, no tienen otra misión que reproducir, fortaleciendo, al campo cooperativo.

Otra parte, y no pequeña, del ahorro ( dinero que no se gasta en la propia reproducción diaria) de los trabajadores va a parar a las Cajas de Ahorro. Estas instituciones merecen, para los trabajadores, una atención especial.

Y ha de ser especial la atención, porque se trata de una institución de trato diario y fácil para la mayoría de los trabajadores.

Estamos hablando del socialismo, del comunismo, es decir, del trabajo (de los trabajadores), y de ahí no nos debe desviar  ninguna otra consideración. Ninguna.

Las Cajas de Ahorro no tienen amo. Y esto puede parecer muy emocionante; pero hay que ahondar un poco más. Si no tienen amo, ¿cómo nacen?

Veremos un caso particular (los demás casos son muy parecidos).

Unos señores muy ricos, que como muchos de ellos, no saben ya qué hacer con el dinero acumulado, crean una fundación. Van al Notario y hacen una escritura. Estos mil millones servirán para comprar  un edificio, mobiliario e instalaciones, se contratará al personal necesario, y todo ello se dedicará a gestionar las pensiones de los trabajadores que así lo deseen (era un tiempo en que no había Seguridad Social, y  los trabajadores viejos no tenían más apoyo que la familia, el que la tenía, y en que el ahorro era casi un lujo para un obrero). Con unas entregas mensuales, o semanales, muy pequeñas, los obreros se podían asegurar una pequeña pensión al final de su vida laboral. Si empezaban pronto a cotizar, la pensión era, naturalmente, mayor, que si cotizaban pocos años.

Para ello se abrían una cartilla, donde iban colocando sus pequeños ahorros.

Muchos obreros tuvieron su pensión. Muchos, muchísimos obreros abrieron sus cartillas y todos ellos se acostumbraron a poner sus pequeños ahorros en la Caja.

La Caja tenía su patrimonio propio (el que pusieron en su día aquellos señores ricos), y al mismo tiempo gestionaba el dinero que iban depositando los obreros, a los que cobraba una pequeña cantidad por esa gestión.

 Esta bolsa de dinero, para no estar inactiva, sirvió para facilitar a los propios obreros que tenían su cartilla, pequeños préstamos para adquirir mobiliario, para arreglar la casa, para comprarse ropa, un reloj, etc.

Naturalmente, no había inconveniente alguno en abrir una cartilla a alguien que no fuera obrero, y lo mismo con los préstamos.

Pronto se pudo comprobar que con los ingresos por estas operaciones, se cubrían todos los gastos, y sobraba dinero. Estaba previsto en la escritura de la fundación: si había “beneficios”, se dedicarían a la obra social y a la obra cultural, (bueno, lo escribían con mayúscula, obra Social y Obra Cultural).

Pues ya está claro. No hay amo. La fundación no es de nadie. Es un fondo dedicado a una finalidad; no hay dueño. Si hay una diferencia entre lo que se ingresa y lo que se gasta, una parte se acumula y otra se dedica a las obras dichas.

Esta es la parte, llamémosle inocente, de la cuestión. Porque más tarde, acaban operando como un Banco. Y más tarde, acaban adquiriendo empresas o parte de empresas, y convirtiéndose en grupos económicos, que operan como un conglomerado capitalista más.

Eso sí, siguen sin tener dueño, pero manejan, como capital, un dinero, que en buena medida siguen proporcionándole los trabajadores con sus ahorros (ahora, no ya tan pequeños).

Como se trata de empresas no capitalistas (al menos en el manejo de los ahorros de los obreros, porque en el manejo de las empresas de las que tienen parte, sí que lo son), se nota en su reproducción; y así, una gran parte de lo que en una empresa capitalista se llamaría ganancia, lo dedican a la Obra Social y a la Obra Cultural.

Este ahorro de los trabajadores, es decir, la parte de los fondos de estas instituciones, que corresponde al ahorro de los trabajadores, debería estar dedicada exclusivamente a la reproducción de los trabajadores, bien a la reproducción de su persona (sanidad, educación, ocio), bien a la creación o a la reproducción de empresas cooperativas. Y no se trata de unos millones de euros, sino de un montón de millones de euros.

En este sentido es en el que decimos que la presencia en la producción, de las cooperativas, provoca cambios en las instituciones. Y uno de estos cambios, corresponde a esta lógica tendencia del ahorro de los trabajadores a servir de instrumento y apoyo a la creación y reproducción de las empresas cooperativas, por ser éstas de su propiedad.

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